Post para mi hijo: Utilitarismo y Bioética.En el complejo entramado de la atención médica, la investigación científica y las políticas de salud pública, con frecuencia nos enfrentamos a decisiones de vida o muerte, dilemas que no solo involucran hechos científicos, sino también profundas consideraciones morales. ¿Es ético asignar recursos escasos que podrían salvar vidas a un grupo en lugar de otro? ¿Hasta qué punto los posibles beneficios para la sociedad justifican la investigación con ciertos riesgos para los participantes? Estas preguntas nos introducen en el fascinante y a menudo desafiante campo de la bioética.
Dentro de este ámbito, diversas corrientes filosóficas buscan ofrecer un marco para la toma de decisiones. Una de las más influyentes es el utilitarismo, una teoría ética consecuencialista propuesta por pensadores como Jeremy Bentham y John Stuart Mill. En esencia, el utilitarismo postula que la acción moralmente correcta es aquella que produce la mayor cantidad de felicidad o bienestar general para el mayor número de personas afectadas. Este principio, aparentemente sencillo, encierra una poderosa lógica que busca maximizar los resultados positivos agregados.
La bioética, por su parte, se dedica al examen sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y la atención de la salud, a la luz de los valores y principios morales. Al fusionar estos dos campos, surge la perspectiva de una bioética informada por el utilitarismo, donde el criterio del «mayor beneficio» se convierte en una guía central para sortear los intrincados dilemas que emergen con los avances biomédicos y biotecnológicos.
Este post explorará a fondo la intersección entre el utilitarismo y la bioética. Analizaremos cómo la búsqueda del mayor bienestar influye en las decisiones morales en el ámbito de la salud, examinaremos sus aplicaciones prácticas en escenarios reales y discutiremos críticamente las tensiones y limitaciones que surgen al aplicar un marco eminentemente consecuencialista a la complejidad de la vida humana y la dignidad individual. Desde los fundamentos filosóficos hasta los debates contemporáneos, desentrañaremos cómo el principio del mayor beneficio actúa como una brújula, aunque no exenta de controversias, en el vasto océano de la bioética.

Fundamentos del Utilitarismo
Para comprender la influencia del utilitarismo en la bioética, es fundamental adentrarse primero en sus raíces y principios esenciales. El utilitarismo es una teoría ética normativa que encuentra sus orígenes formales en el pensamiento de filósofos británicos como Jeremy Bentham (1748-1832) y, posteriormente, John Stuart Mill (1806-1873). Surge en un contexto de cambio social y búsqueda de un sistema ético racional y aplicable a la legislación y la política pública, alejado de justificaciones religiosas o metafísicas.
El núcleo del utilitarismo reside en el principio de utilidad, a menudo resumido en la máxima de buscar «la mayor felicidad para el mayor número». Según esta perspectiva, la moralidad de una acción o regla se determina exclusivamente por sus consecuencias. Este enfoque consecuencialista contrasta con las éticas deontológicas, que juzgan las acciones basándose en deberes o reglas intrínsecas, independientemente de los resultados. Para el utilitarismo, una acción es correcta si produce un balance de felicidad o bienestar superior al de cualquier otra acción alternativa en esa situación.
Un componente crucial es el universalismo: al calcular la utilidad, se deben considerar por igual los intereses y la felicidad de todos los individuos afectados por la acción. Nadie está por encima de otro en este cálculo moral; la felicidad de un rey no vale más que la de un campesino.
Dentro del utilitarismo, han surgido distintas vertientes. El utilitarismo de acto sostiene que en cada situación particular se debe evaluar qué acción específica maximizará la utilidad total. En contraste, el utilitarismo de regla propone que se deben seguir reglas generales (como «no matar», «cumplir promesas») si la adopción generalizada de esas reglas tiende a maximizar la utilidad a largo plazo, incluso si en un caso concreto romper la regla pudiera parecer más beneficioso inmediatamente.
A pesar de su aparente simplicidad, la aplicación del utilitarismo plantea desafíos significativos, especialmente en lo referente a la métrica del «mayor beneficio». ¿Cómo medimos la felicidad o el bienestar? ¿Cómo comparamos el sufrimiento de una persona con la alegría de otra? Bentham propuso un «cálculo felicífico», intentando cuantificar el placer y el dolor según criterios como intensidad, duración y probabilidad, aunque la práctica ha demostrado la enorme dificultad de llevar esto a cabo de manera objetiva y universal. Esta dificultad para cuantificar y comparar estados subjetivos de bienestar es una de las fuentes principales de debate en torno a la aplicabilidad del utilitarismo, particularmente en ámbitos complejos como la bioética.
Introducción a la Bioética y sus Principios Tradicionales
La bioética, como campo de estudio relativamente joven pero de inmensa relevancia, surge en la segunda mitad del siglo XX como respuesta a los vertiginosos avances en las ciencias de la vida y la medicina. Su objetivo es proporcionar un marco de reflexión ética para abordar los dilemas morales que estos avances generan, abarcando desde la práctica clínica diaria hasta la investigación, las políticas de salud pública y la relación con el medio ambiente. En un mundo marcado por la globalización, la diversidad cultural y las tecnologías emergentes, la bioética se vuelve indispensable para guiar nuestras acciones y decisiones en todo lo que concierne a la vida.
Aunque existen diversas corrientes y enfoques dentro de la bioética, uno de los marcos más influyentes y extendidos, especialmente en el ámbito clínico y de investigación en el mundo occidental, es el Principialismo, desarrollado por Tom Beauchamp y James Childress en su obra «Principles of Biomedical Ethics». Este enfoque propone cuatro principios prima facie (obligatorios a primera vista, que pueden ser superados por otros principios en ciertas circunstancias) como base para el análisis y la resolución de dilemas bioéticos:
- Principio de Autonomía: Reconoce el derecho de los individuos racionales a tomar sus propias decisiones sobre su salud y su vida, libres de coerción y con la información adecuada. Implica el respeto por los valores, creencias y planes de vida de cada persona.
- Principio de No Maleficencia: Es la obligación de no infligir daño intencionadamente. Es un principio fundamental en la ética médica, a menudo resumido con la máxima hipocrática de «primero, no hacer daño» (primum non nocere).
- Principio de Beneficencia: Se refiere a la obligación de actuar en beneficio de otros, de promover su bienestar y de prevenir o eliminar el daño. Este principio impulsa la acción positiva para ayudar a los demás.
- Principio de Justicia: Exige la distribución justa y equitativa de los beneficios, riesgos y costos en la atención de salud y la investigación. Implica tratar casos similares de manera similar, abordando cuestiones como el acceso a la atención médica, la asignación de recursos y la equidad en la investigación.
Es en el principio de beneficencia donde encontramos un punto de conexión aparente con el utilitarismo, ya que ambos buscan promover el bien o el bienestar. Sin embargo, mientras que la beneficencia en el principialismo se centra a menudo en el beneficio del individuo (el paciente), el utilitarismo se enfoca en la maximización del bienestar agregado para el mayor número.
Aquí ya se vislumbra una fuente potencial de tensión, pues la búsqueda del mayor beneficio general (utilitarismo) podría, en ciertos escenarios, entrar en conflicto con el respeto a la autonomía individual o los dictados de la justicia distributiva (principialismo). La interacción y el equilibrio entre estos principios constituyen el núcleo de muchos debates bioéticos.
El Utilitarismo en el Contexto Bioético: Buscando el Mayor Bienestar
Cuando trasladamos la lente del utilitarismo al complejo panorama de la bioética, el principio de buscar «el mayor bien para el mayor número» adquiere manifestaciones muy concretas. La bioética utilitarista, en esencia, evalúa la corrección moral de las acciones, políticas o decisiones en el ámbito de la salud basándose en su capacidad para producir las mejores consecuencias agregadas en términos de bienestar o felicidad y la menor cantidad de sufrimiento para todos los afectados.
Una de las áreas donde la influencia utilitarista es más palpable es la asignación de recursos escasos en salud. En un mundo con limitaciones presupuestarias, personal médico finito y acceso desigual a tratamientos y tecnologías, las decisiones sobre cómo distribuir estos recursos son inherentemente difíciles. Un enfoque utilitarista sugeriría que los recursos deberían asignarse de manera que se maximice la salud general de la población.
Esto podría implicar priorizar tratamientos o programas preventivos que beneficien a un gran número de personas, incluso si eso significa que algunos individuos con necesidades críticas pero costosas no reciban la atención óptima. Conceptos como los Años de Vida Ajustados por Calidad (QALYs) o los Años de Vida Ajustados por Discapacidad (DALYs) son, en cierto modo, herramientas desarrolladas dentro de una lógica que busca cuantificar y comparar los resultados de salud para informar decisiones basadas en la maximización de la utilidad.
Por ejemplo, ¿es más ético invertir en una campaña masiva de vacunación que prevenga una enfermedad en miles de personas o financiar un tratamiento muy costoso que solo prolongará la vida de un puñado de pacientes con una enfermedad rara? El utilitarismo tendería a favorecer la primera opción si el beneficio agregado (medido en vidas salvadas, sufrimiento evitado, etc.) es mayor.
En el ámbito de la salud pública, las justificaciones utilitaristas son frecuentes. Medidas como la vacunación obligatoria, las cuarentenas durante epidemias o las restricciones al tabaquismo en lugares públicos a menudo se defienden apelando al bienestar y la seguridad de la comunidad en su conjunto, incluso si restringen ciertas libertades individuales. La lógica es que el beneficio para la mayoría (contener una enfermedad, reducir la exposición al humo) supera la restricción impuesta a la minoría.
La investigación médica también se apoya, en parte, en una justificación utilitarista. La participación en ensayos clínicos a menudo implica riesgos e incomodidades para los sujetos de investigación. Sin embargo, estos estudios se consideran éticamente permisibles porque el conocimiento obtenido y los tratamientos desarrollados beneficiarán a innumerables futuros pacientes. Aquí, el posible daño o la carga para un grupo limitado se sopesa frente al inmenso beneficio potencial para la humanidad.
Incluso en las discusiones sobre el final de la vida, las consideraciones utilitaristas pueden influir. En los debates sobre la eutanasia voluntaria o el suicidio asistido, un argumento recurrente es el alivio del sufrimiento insoportable del individuo. Si bien este se centra en el bienestar individual, las discusiones más amplias sobre políticas en esta área a veces incorporan consideraciones sociales, como el impacto en los recursos de atención médica o el bienestar de los cuidadores, aunque estas son aplicaciones más controvertidas del utilitarismo en este contexto.
Consideremos un breve caso hipotético: durante una pandemia severa con capacidad hospitalaria limitada, llega a urgencias un paciente joven con altas probabilidades de recuperación si recibe ventilación mecánica, y otro paciente mayor con múltiples comorbilidades y un pronóstico mucho menos favorable, ambos necesitando el único ventilador disponible.
Un enfoque puramente utilitarista podría argumentar a favor de asignar el ventilador al paciente joven, ya que esto probablemente resultaría en un mayor número de años de vida salvados y una mayor «cantidad» de bienestar futuro agregado en comparación con el paciente mayor. Este tipo de análisis, centrado en las consecuencias y la maximización del beneficio global, es característico de la aplicación utilitarista en bioética. Sin embargo, como veremos, esta perspectiva no está exenta de importantes críticas y tensiones con otros principios morales.
Tensiones y Críticas al Utilitarismo en Bioética
A pesar de su lógica convincente en la búsqueda del mayor beneficio, la aplicación del utilitarismo en el ámbito de la bioética ha sido objeto de intensos debates y severas críticas. Las tensiones surgen principalmente cuando la maximización de la utilidad total entra en conflicto con valores morales que muchas otras teorías éticas consideran fundamentales, como los derechos individuales, la justicia y la dignidad intrínseca de la persona.
Una de las críticas más recurrentes es su potencial conflicto con la autonomía individual y los derechos fundamentales. Un enfoque utilitarista estricto podría justificar pasar por alto o incluso violar los deseos y la autonomía de un individuo si hacerlo resulta en un beneficio significativamente mayor para un número considerable de personas.
Por ejemplo, si la vacunación forzosa de una persona sana fuera la única manera de prevenir una epidemia devastadora que amenaza a miles, un utilitarista podría argumentar que es moralmente permisible. Sin embargo, esto choca frontalmente con el principio de autonomía, que subraya el derecho del individuo a tomar decisiones sobre su propio cuerpo y salud, libre de coerción externa, incluso si esas decisiones no parecen maximizar la utilidad general según un cálculo externo. La preocupación es que el utilitarismo vea a los individuos como meros medios para un fin colectivo, en lugar de considerarlos fines en sí mismos con derechos inalienables.
Otro punto crítico es el problema de la justicia y la equidad. El utilitarismo se enfoca en el resultado agregado, lo que puede llevar a ignorar cómo se distribuyen los beneficios y las cargas. Esto abre la puerta a la justificación del sacrificio de minorías o individuos si su sufrimiento contribuye al bienestar de la mayoría.
Pensemos en un escenario hipotético (y éticamente repugnante) donde la extracción forzosa de órganos a una persona sana podría salvar la vida de varias personas que necesitan trasplantes urgentes. Un cálculo utilitarista podría argumentar a favor de esta acción si el número de vidas salvadas es mayor que la vida sacrificada. Sin embargo, esto viola principios básicos de justicia distributiva y el derecho fundamental a la vida y la integridad física, demostrando que un resultado global positivo no necesariamente garantiza una distribución justa o moralmente aceptable de los costos.
La dificultad intrínseca para cuantificar y comparar el bienestar y el sufrimiento es otra barrera significativa. El utilitarismo requiere un cálculo de utilidad, pero ¿cómo se mide y compara la felicidad, el dolor, la calidad de vida o el valor de una experiencia subjetiva entre diferentes personas?
Los intentos de crear métricas objetivas, como los QALYs, son criticados por simplificar excesivamente la complejidad de la experiencia humana y por asumir que diferentes tipos de bienestar o sufrimiento son directamente conmensurables. Además, ¿quién decide qué constituye el «bienestar» o la «felicidad» que debe maximizarse? Esto puede abrir la puerta a sesgos y a la imposición de ciertos valores sobre otros.
Filosofías éticas como el deontologismo argumentan que existen actos que son intrínsecamente incorrectos, independientemente de las consecuencias que produzcan. Desde esta perspectiva, acciones como la tortura, la esclavitud o la discriminación son inmorales en sí mismas, y no pueden justificarse por el hecho de que, hipotéticamente, pudieran generar algún tipo de beneficio general. El utilitarismo, al centrarse únicamente en los resultados, podría potencialmente justificar acciones que intuitivamente consideramos moralmente abominables si el cálculo de utilidad resultara favorable.
La crítica sobre el valor intrínseco de la vida humana también es fundamental. Para muchos, la vida humana posee una dignidad inherente y un valor absoluto que no puede ser simplemente sopesado en una balanza de costes y beneficios para el colectivo. El utilitarismo, al tratar la vida como un elemento más en el cálculo de la utilidad general, puede percibirse como devaluador de este valor intrínseco, especialmente en situaciones donde se discute el inicio o el final de la vida, o la experimentación con sujetos vulnerables.
Finalmente, la incertidumbre de las consecuencias plantea un desafío práctico considerable. Las decisiones en bioética a menudo tienen resultados impredecibles y efectos a largo plazo que son difíciles de anticipar completamente. Dado que el utilitarismo basa la moralidad en las consecuencias, la imposibilidad de conocer con certeza todos los resultados futuros debilita su capacidad para ofrecer una guía moral clara y confiable en muchas situaciones del mundo real.
Estas críticas ponen de manifiesto que, si bien el utilitarismo aporta una perspectiva valiosa al considerar el impacto general de las decisiones en bioética, su aplicación exclusiva puede conducir a resultados moralmente problemáticos. Ignorar la autonomía, la justicia, los derechos y la dificultad de medir el bienestar son limitaciones significativas que exigen complementar el enfoque utilitarista con otras consideraciones éticas.
Utilitarismo vs. Otros Marcos Éticos en Bioética
Si bien el utilitarismo ofrece una poderosa lente para analizar las decisiones bioéticas a través del cálculo de consecuencias y la maximización del bienestar agregado, no es, ni mucho menos, el único marco ético relevante en este campo. De hecho, la bioética se nutre de diversas tradiciones filosóficas que a menudo entran en diálogo, e incluso en tensión, con la perspectiva utilitarista.
Uno de los contrastes más marcados se da con el Deontologismo, asociado prominentemente con Immanuel Kant. A diferencia del utilitarismo, que se centra en los resultados, el deontologismo basa la moralidad en el cumplimiento de deberes y reglas morales universales, independientemente de las consecuencias.
Desde una perspectiva deontológica, ciertas acciones son intrínsecamente correctas o incorrectas (como decir la verdad o no matar) porque se derivan de principios racionales o deberes morales, no porque produzcan un buen resultado. En bioética, esto se manifiesta en la importancia del consentimiento informado (un deber de respetar la autonomía), la confidencialidad (un deber de fidelidad) o la prohibición de la experimentación dañina sin consentimiento, incluso si esta pudiera generar grandes beneficios.
Mientras que un utilitarista podría debatir si romper una promesa beneficia a más personas, un deontólogo sostendría que romper una promesa es inherentemente incorrecto.
El Principialismo, como se mencionó anteriormente, es quizás el marco más utilizado en la bioética clínica. Propone un conjunto de principios prima facie (autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia) que deben ser considerados y ponderados al enfrentar un dilema ético. Aunque el principio de beneficencia comparte una afinidad con el utilitarismo al buscar el bienestar, en el principialismo este a menudo se entiende como la obligación de actuar en beneficio del paciente individual.
La tensión con el utilitarismo surge cuando el beneficio para el individuo entra en conflicto con el máximo beneficio para un grupo mayor, o cuando la búsqueda del beneficio general choca con los principios de autonomía (el derecho del paciente a decidir) o justicia (la distribución equitativa). El principialismo busca un equilibrio reflexivo entre estos principios, lo que a veces implica no seguir la opción que produciría la mayor utilidad agregada si vulnera gravemente otro principio, como la autonomía o la justicia.
Otras perspectivas éticas también aportan dimensiones importantes. La ética de la virtud, inspirada en Aristóteles, se enfoca en el carácter moral del agente más que en actos o consecuencias específicas. Pregunta qué haría una persona virtuosa en una situación determinada, enfatizando cualidades como la compasión, la prudencia o la integridad en los profesionales de la salud. La ética del cuidado, por su parte, resalta la importancia de las relaciones, la empatía y la responsabilidad en la toma de decisiones morales, poniendo un acento particular en las necesidades de los más vulnerables.
En la práctica, la bioética a menudo recurre a un enfoque pluralista, utilizando elementos de diferentes marcos para analizar la complejidad de los dilemas. El utilitarismo ofrece la valiosa perspectiva de considerar las consecuencias generales y el impacto en el bienestar colectivo, pero las críticas y las limitaciones señaladas hacen que rara vez sea el único principio rector. La deliberación bioética efectiva generalmente implica sopesar las consideraciones utilitaristas junto con el respeto a la autonomía individual, los deberes morales, los principios de justicia y la promoción de virtudes relevantes.
El Utilitarismo como Herramienta de Análisis, No la Única Guía
A pesar de las significativas críticas y las tensiones inherentes a su aplicación en el ámbito de la salud, sería un error descartar por completo el valor del utilitarismo en la bioética. Su fortaleza principal reside en obligarnos a considerar las consecuencias de nuestras acciones y decisiones, y a evaluar su impacto en el bienestar de un conjunto amplio de personas. Nos proporciona una estructura para pensar sistemáticamente sobre los resultados agregados y la eficiencia en la utilización de recursos, aspectos cruciales en la gestión de la salud pública y los sistemas sanitarios.
No obstante, como hemos explorado, las limitaciones del utilitarismo para proteger los derechos individuales, asegurar la justicia distributiva y capturar la complejidad del valor humano impiden que sea la única brújula moral. En la práctica bioética, la toma de decisiones informada y ética rara vez se adhiere estrictamente a un solo marco filosófico.
En cambio, se apoya en un enfoque pluralista que pondera las consideraciones utilitaristas junto con los deberes deontológicos, el respeto a la autonomía individual, los principios de justicia y las reflexiones sobre el carácter virtuoso. El utilitarismo, por lo tanto, se presenta más eficazmente como una herramienta de análisis esencial dentro de un conjunto más amplio de principios y valores éticos necesarios para navegar la complejidad moral de la vida y la salud en el siglo XXI.
Preguntas Frecuentes sobre Utilitarismo y Bioética
Aquí abordamos algunas preguntas comunes sobre la interacción entre el utilitarismo y el campo de la bioética:
¿El utilitarismo siempre prioriza a la mayoría sobre el individuo?
Sí, en principio, el utilitarismo busca maximizar el bienestar agregado. Esto puede llevar a que los intereses o el bienestar de un individuo o una minoría sean supeditados a los de la mayoría si el cálculo general de utilidad así lo dicta. Esta es una de las principales críticas que recibe en bioética, ya que puede entrar en conflicto con los derechos individuales y la autonomía.
¿Cómo se mide el «mayor beneficio» en situaciones de salud complejas?
Medir el «mayor beneficio» es uno de los mayores desafíos. Se han propuesto métricas como los Años de Vida Ajustados por Calidad (QALYs) o los Años de Vida Ajustados por Discapacidad (DALYs) para intentar cuantificar y comparar resultados de salud. Sin embargo, estas métricas son imperfectas y no capturan completamente la complejidad y subjetividad del bienestar humano y la calidad de vida.
¿Es el utilitarismo compatible con el respeto a la dignidad humana?
La compatibilidad es un punto de intenso debate. Los críticos argumentan que un enfoque utilitarista estricto puede instrumentalizar a los individuos, tratándolos como medios para un fin colectivo, lo que iría en contra de la idea de dignidad humana intrínseca e invaluable. Algunos utilitaristas intentan reconciliarlo argumentando que respetar la dignidad a largo plazo conduce a un mayor bienestar general.
¿Cuándo es especialmente relevante el utilitarismo en la toma de decisiones bioéticas?
El utilitarismo es particularmente relevante en situaciones de escasez de recursos (como la asignación de órganos, medicamentos o camas de UCI) y en la formulación de políticas de salud pública (vacunación, cuarentenas), donde las decisiones afectan a un gran número de personas y es crucial considerar las consecuencias a nivel poblacional.
¿Existen alternativas al utilitarismo para abordar dilemas de asignación de recursos?
Sí. El principialismo, por ejemplo, abordaría la asignación de recursos ponderando los principios de justicia (equidad en la distribución), beneficencia (maximizar el bien para los pacientes) y no maleficencia (evitar daños). Otros enfoques incluyen teorías de justicia distributiva (igualitarismo, suficiencia, prioritarismo) que proponen criterios diferentes a la maximización de la utilidad agregada.
Texto anterior
Utilitarismo y bioética. Una de las formas más prominentes e influyentes de razonamiento ético y toma de decisiones en el campo de la bioética se basa en el utilitarismo. A finales del siglo XX, los enfoques utilitarios eran tan influyentes que muchas personas fuera de la academia creían que todos los bioéticos eran utilitarios. El utilitarismo, de hecho, contiene una amplia gama de enfoques diferentes, pero se pueden distinguir cuatro elementos centrales importantes que todos los enfoques utilitarios tienen en común:
- El principio de consecuencia : las consecuencias de una acción dada son la medida de su calidad moral.
- El principio de utilidad : la rectitud moral y la injusticia de las acciones están determinadas por la mayor utilidad posible para el mayor número posible de todos los seres sensibles.
- El principio hedonista : las consecuencias de una acción determinada se evalúan con referencia a un valor particular. Este valor primario particular puede ser el siguiente: (1) Promover el placer, o (2) evitar el dolor, o (3) satisfacer los intereses o preferencias consideradas, o (4) satisfacer algunos criterios objetivos de bienestar, etc. .
- El principio universal : Maximizar la utilidad total para todos los seres sensibles afectados.
Enfoques utilitarios
Los enfoques utilitarios en bioética fueron encabezados por Singer (1979) y Harris (1975) y continuaron, entre otros, Savulescu (2001, 2002) y Schüklenk (2010). Tales enfoques en bioética están menos preocupados por el bienestar público que otros aspectos vitales, tales como:
(1) Desacreditar los puntos de vista religiosos tradicionales sobre lo sagrado de los seres humanos, la prohibición del aborto, el infanticidio y la eutanasia; (2) destacando la importancia de los animales sensibles no racionales (ética animal) y la preservación de la naturaleza (ética ambiental) contra enfoques antropocéntricos como el kantismo y los enfoques religiosos; (3) argumentando contra el uso de los derechos humanos y la dignidad humana en los discursos bioéticos; (4) maximizar el bienestar del paciente o los mejores intereses en medicina.
Evitar el dolor y el sufrimiento
En este contexto, los utilitaristas afirman que uno debería enfocarse en el paciente evitando el dolor y el sufrimiento, y por lo tanto, uno debería, por ejemplo, permitir que los pacientes con enfermedades terminales obtengan el suicidio asistido por un médico. Además, la idea religiosa de que la vida humana es sagrada y, por lo tanto, debe protegerse desde el momento de la concepción es rechazada por los utilitaristas que creen que las afirmaciones religiosas no están fundamentadas y son incompatibles con los requisitos de un estado-nación moderno y secular (por ejemplo, investigaciones sobre embriones humanos y la mejora genética debería ser posible).
Además, el aborto y el infanticidio en los casos en que el bebé tiene una discapacidad grave deberían ser posibles dependiendo de las circunstancias del caso particular y apelando a la idea de personhood (Singer 1979, Kuhse and Singer 1985, Giubilini and Minerva 2012). Según Singer, a uno no se le debe permitir matar a un ser humano o a un animal sensible si se puede detectar en eso la racionalidad y la autoconciencia, los elementos centrales de la personalidad según Singer.
Tratar a los animales sensibles con intereses diferentes a los de los seres humanos es un especismo que es comparable al sexismo y al racismo y debe evitarse. Los juicios morales, según los utilitaristas, deben ser siempre imparciales y universales. Singer (1975) afirma además que los seres humanos deben considerar los intereses iguales de los seres humanos y los animales por igual.
La idea general de maximizar siempre el bienestar del paciente de acuerdo con una idea bastante simplista de calcular y comparar los placeres y dolores de todas las personas afectadas parece cuestionable para muchas personas, ya que no creen que el resultado de estos cálculos necesariamente conduzca a una moralidad correcta. o acciones equivocadas. Además, la afirmación de que matar a un ser inocente en el caso de un feto con una discapacidad (grave) podría ser el mejor resultado posible en algunas situaciones, al adherirse a la doctrina de la “buena vida”, parece socavar Algunos valores importantes de vivir juntos (compasión, cuidado, responsabilidad por los débiles, justicia).
Adicionalmente, La idea de que los grupos minoritarios, como las personas con discapacidades (graves) y los pacientes en un estado vegetativo permanente, pueden ser legítimamente sacrificados en algunos casos ha dado lugar a una reputación bastante mala de enfoques utilitarios. Los utilitaristas también están en desacuerdo con los enfoques en bioética que apelan a la dignidad humana y los derechos humanos. Hace dos siglos, Bentham declaró que los derechos naturales (o Los derechos humanos ) son «tonterías sobre pilotes», un dicho que la mayoría de los utilitaristas todavía consideran razonable.
Ediciones 2019-21-25